Parque Nacional de Timanfaya


TIMANFAYA es un área natural poco transformada por la explotación u ocupación humana que, en razón a la belleza de sus paisajes, la representatividad de sus ecosistemas, o la singularidad de su flora, de su fauna o de sus formaciones geomorfológicas, poseen unos valores ecológicos, estéticos, educativos y científicos cuya conservación merece una atención preferente. En ellos se podrá limitar el aprovechamiento de los recursos naturales, prohibiéndose en todo caso los incompatibles con las finalidades que hayan justificado su declaración. Fue declarado Parque Nacional en 1974. Decreto 2615/1974 de 9 de agosto. (BOE, Nº 223 de 17 de septiembre de 1974). Tiene una superficie de 51 km² y representa el volcanismo reciente acaecido en el archipiélago canario, siendo el único Parque Nacional en Canarias que limita con el mar.

El Parque Nacional de Timanfaya abarca casi una cuarta parte de la superficie cubierta por la erupciones volcánicas acaecidas en el siglo XVIII, una de las series volcánicas más importantes en el vulcanismo Mundial, no sólo por la enorme cantidad de materiales arrojados sino por la duradera emisión de materiales volcánicos pues comenzó el 1º de septiembre de 1730 y dejo de escupir fuego el 16 de abril de 1736, para tras casi 90 años de relativa tranquilidad producirse una segunda fase en 1824, dando lugar a la formación de los volcanes de Tinguatón, Tao y Chinero este último dentro de los límites actuales del Parque. De esas erupciones afloraron a la superficie nuevos cráteres, mantos de lavas, escorias y campos de cenizas que se iniciaron en la vega de Timanfaya, dando lugar a un misterioso paisaje lunar acrecentado por una rara policromía de colores rojos, negros, ocres, grises en contraste en muchos casos con manchas de líquenes que ya han empezado a colonizar las nuevas tierras creadas. Según las crónicas estas eran las vegas más productivas de la isla, formada por viejas llanuras arcillosas que sustentaban extensos campos de cereales. Toda esta extensa zona fue sepultada dejando numerosas aldeas como; Santa Catalina, Tingada, Maretas, Peña Paloma, Rodeos, Mazo, etc. enterradas en sus entrañas. 

Este Parque reúne diversas estructuras geomorfológicas, destacando por su alto interés vulcanológico mundial; Tubos volcánicos, Hornitos, Mar de lavas, bombas volcánicas etc. En el Islote de Hilario, zona que según la leyenda toma nombre de aquel Lanzaroteño que después de luchar en la guerra de Filipinas, vivió como un eremita en dicho islote durante más de medio siglo, sin más compañía que su camella, las anomalías térmicas del terreno son causa del asombro y regocijo en el visitante, que presencia como un balde de agua introducido en unos tubos enterrados en el suelo se transforman en geiser de hirviente vapor, debido a una cámara magmática residual situada a tres Kilómetros de profundidad, que alcanza de 100 a 200 grados centígrados en la superficie, consumiendo cualquier elemento combustible. Desde el mirador natural de Montaña Rajada situada a 350 m. de altitud podemos admirar uno de los paisajes más extraordinarios que la naturaleza es capaz de ofrecer, formado por un extenso mar de lavas que se extiende hasta llegar al mar, haciendo de este recorrido una visita inolvidable. 

El Parque Nacional de Timanfaya recoge en su interior un paisaje de incalculable valor, no sólo por su belleza en la que se hallan presentes diferentes suelos, formas y texturas sino también por el poder contar con un magnifico laboratorio en el que diversas especies vegetales (Salado blanco, Tabaibas etc.) y animales (Lagarto de haría, Musaraña, etc.) intentan colonizar las nuevas tierras. Sin embargo en el caso de las aves que no suelen ser advertidas por el visitante el parque acoge importantes especies como el Petrel de Bulwer, la Pardela cenicienta, el alimoche o Guirre, el Guincho o Águila pescadora etc. 
En definitiva, la naturaleza no obstante que en un tiempo llenó de terror a la población arruinando vegas fértiles y zonas de pastoreo casas y pueblos enteros con muchos de sus habitantes, ha sabido compensar años más tarde esa desagradable situación con unos de los Parques Nacionales más visitados de toda España; dejando unos ingresos importantes para la isla y un a experiencia inolvidable para el visitante. 

En 1970 siguiendo la estrategia del artista Lanzaroteño Don Cesar Manrique Cabrera de proteger nuestros paisajes, de destacar los lugares insulares emblemáticos y dotarlos de cierto aprovechamiento turístico, le llega el turno a las montañas del fuego en el corazón del Parque Nacional de Timanfaya. ( El proyecto técnico fue elaborado por el arquitecto Eduardo Cáceres en 1966) Se gesta la idea de construir un restaurante en la zona conocida como el “Islote de Hilario” que es precisamente donde el suelo se encuentra más caliente debido a una bolsa residual magmática. Debido a estas condiciones térmicas, donde a tan solo 6 metros de profundidad hay una temperatura de 400 grados, se hace patente el problema técnico de dicha construcción y de los materiales a emplear. Problema que Jesús Soto resuelve con maestría con la impermeabilización del suelo y la salida del calor por el horno central y unos escapes laterales que son los actuales quemaderos de aulagas y los chorros de vapor de agua. La planta de restaurante presenta una forma circular, rodead de amplias cristaleras a modo de miradores, con una decoración sencilla; destacando la lámpara que cuelga del techo del restaurante cuyas ramas son sartenes. Otra estancia pequeña y también acristalada muestra un esqueleto del camello símbolo del campesinado lanzaroteño que Don Cesar Manrique siempre tuvo presente. Todo el edificio esta forrado con piedras labradas para no desentonar con el paisaje aunque debido al singular paisaje no se logra del todo la mimetización con el terreno como Don Cesar ha conseguido con otros centros turísticos de la isla. Su apariencia es la de un enigmático objeto posado en la cúspide de la montaña. El nombre del Diablo se escoge por el tremendo calor que desprende de las entrañas de la tierra, hogar eterno del diablo. Así éste es el símbolo emblemático del lugar. Del restaurante del diablo parten las excursiones en guaguas guiadas para realizar la ruta de los Volcanes; restringiendo la libre circulación de los vehículos particulares por su interior para preservar el delicado paisaje de excesivas aglomeraciones y posibles deterioros.